En Guaymas, Sonora, se produce y cosecha una de las gemas de origen animal más bellas que nos da la naturaleza, apreciada desde hace siglos por su color, su forma y principalmente por su belleza: la perla.

Desde Alaska hasta la Patagonia, la Granja de Perlas del Mar de Cortez es la única que existe y opera en las ex instalaciones del Tecnológico de Monterrey, ubicadas en la colonia Lomas de Cortés, en la Bahía de Bacochibampo, de Guaymas, y es uno de los mayores atractivos turísticos del estado de Sonora.

Douglas Diego McLaurin Moreno, Enrique Arizmendi Castillo y José Manuel Nava Romo fueron los emprendedores que iniciaron este proyecto como parte de sus estudios escolares y operan entre 50 y 80 mil ostras al año. Las gemas que crecen en la Granja de Perlas del Mar de Cortez son tan exclusivas que sólo se obtiene una cosecha de 4 mil 500 al año y es la única de comercio justo en el mundo.

En el lugar, Douglas explica que son una de las cinco granjas sustentables en el mundo y la única en América, por lo que ambientalmente también son únicos. Empezaron en fase comercial apenas en el año 2000, pero tuvieron un periodo de experimentación de diez años.

De manera resumida, detalla que en las ostras la etapa de “semilla”, es decir, los ejemplares más jóvenes que miden entre uno y dos milímetros, es la más importante. Estas “semillas” se pueden obtener en laboratorio o de forma natural. El proceso de cultivo dura cuatro años, la cosecha se realiza sólo en el mes de junio, y si es un buen año, apenas el 20 por ciento de las ostras cultivadas generan perlas de calidad, las que no cumplen con los estándares son devueltas al mar.

Ya en edad adulta las ostras son sustraídas del agua para raspar su concha manualmente y eliminar los parásitos y plantas marinas que debilitan su caparazón. Este proceso se repite cinco veces al año con la finalidad de tener ostras sanas capaces de generar gemas de calidad.

Cumpliendo dos años cada ostra pasará por un proceso quirúrgico de inducción, es decir, se cultivará una perla bajo una delicada operación que no cualquier persona puede realizar, se requiere experiencia y conocimiento para lograr que las ostras generen una perla perfecta.

Este implante se basa en el principio biológico de las ostras: colocar un pequeño cuerpo esférico de nácar -en la naturaleza bien podría ser un simple grano de arena- dentro del cuerpo blando de la ostra, éste permanecerá junto al tejido que genera el nácar. El proceso de injerto debe ser en menos de un minuto, tiempo que la ostra concede bajo una mínima apertura, ya que podría morir.

A partir de ahí, la ostra regresa al mar por un año y medio más, tiempo en el que secretarán varias capas de nácar alrededor del cuerpo extraño, formando con ello una gema de origen animal.

Douglas resalta que ellos no pulen ni procesan las perlas, a diferencia de otros como en China. “Si fuéramos como todos, las puliríamos, blanquearíamos, pintaríamos, les haríamos todo lo que no se debe hacer. Por eso nuestra perla es auténtica en su belleza y 100 por ciento natural”.

Las perlas que produce la granja tienen los siete colores del arcoíris porque la luz que llega hasta las ostras permite que cada una alcance tonalidades tornasoles, sin alterar su producción natural.

El color de las perlas es genético, las mexicanas ofrecen un efecto óptico, gracias a que tienen los cristales más bellos, delgados y perfectos de la naturaleza, los cuales pueden ser modificados sólo por la luz durante su proceso.

Su perla es exclusiva, pues al año producen apenas 4 mil y su principal mercado es Estados Unidos, pero en años recientes México se ha convertido en un gran comprador, se han dado cuenta que tienen en su propio país las mejores perlas del mundo.

Los precios de estas gemas oscilan entre los 700 pesos y alcanzan los 5 mil dólares, dependiendo de varias características como el tamaño, color y brillo.

Fuente: https://panoramaacuicola.com/2019/06/19/granja-de-perlas-en-guaymas-sonora-unica-con-enfoque-sustentable-en-america/